lunes, 6 de febrero de 2012

Adentro

Sería más fácil enrollar el cielo entero como una pequeña tela
que obtener la felicidad verdadera sin conocer el Yo.
Upanishads

Siete recomendaciones para ayudarnos a trascender esas arraigadas ideas que nos persiguen, y que nos hacen identificarnos con el ego y la sombra que lo acompaña:

1. No nos sintamos ofendidos
La conducta de los demás no es razón para quedarnos inmovilizados. Lo que nos ofende sólo contribuye a debilitarnos. Si buscamos ocasiones para sentirnos ofendidos, las encontraremos por doquier. Es nuestro ego en plena acción, convenciéndonos de que el mundo no debería ser como es. Pero podemos convertirnos en degustadores de la vida y correspondernos con el Espíritu universal de la Creación. No podemos alcanzar la fuerza de la intención sintiéndonos ofendidos. Por supuesto, debemos actuar para erradicar los horrores del mundo, que emanan de la identificación masiva con el ego, pero vivamos en paz. La paz es de Dios; quienes formamos parte de Dios no estamos gusto sino en su paz. Sentirnos ofendidos crea la misma energía destructiva que nos ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la guerra.

2. Liberemos de la necesidad de ganar.
Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Empeñarnos en ganar es un método infalible para evitar el contacto consciente con la intención. ¿Por qué? Porque, en última instancia, es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suerte que nosotros y siempre volveremos a sentirnos insignificantes. No somos nuestras victorias. Puede que nos guste la competición y que disfrutemos en un mundo en el que ganar lo es todo, pero no tenemos por qué estar allí con nuestros pensamientos. No existen perdedores en un mundo en el que todos compartimos la misma fuente de energía. Lo más que podemos decir es que en determinado día rendimos a cierto nivel en comparación con el nivel de otras personas ese mismo día. Pero hoy es otro día y hay que tener en cuenta otros competidores y otras circunstancias. Seguimos siendo la presencia infinita en un cuerpo que es un día una década mayor. Olvidémonos de la necesidad de ganar no aceptando que lo opuesto de ganar es perder. Ese es el miedo del ego. Si nuestro cuerpo no rinde para ganar ese día, sencillamente no importa, siempre y cuando no nos identifiquemos exclusivamente con nuestro ego. Adoptemos el papel de observadores, miremos y disfrutemos todo sin necesitar ganar un trofeo. Vivamos en paz, correspondámonos con la energía de la intención e, irónicamente, aunque apenas lo notemos, en nuestra vida surgirán más victorias a medida que dejemos de ir tras ellas.

3. Liberémonos de la necesidad de tener razón.
El ego es fuente de conflictos y disensiones porque nos empuja a hacer que los demás se equivoquen. Cuando somos hostiles, nos hemos desconectado de la fuerza de la intención. El Espíritu creativo es bondadoso, cariñoso y receptivo, y está libre de ira, resentimiento y amargura. Olvidarnos de la necesidad de tener siempre razón en las discusiones y las relaciones es como decirle al ego: “No soy tu esclavo. Quiero abrazar la bondad y rechazo tu necesidad de tener razón. Aún más; voy a ofrecerle a esta persona la posibilidad de que se sienta mejor diciéndole que tiene razón y darle las gracias por haberme encaminado hacia la verdad”. Cuando nos olvidamos de la necesidad de tener razón podemos fortalecer la conexión con la fuerza de la intención, pero tomemos en cuenta que el ego es un combatiente muy resuelto. Hay personas dispuestas a morir antes que dejar de tener razón, prefieren acabar relaciones maravillosas por la necesidad de llevar siempre la razón. Es mejor olvidarnos de esta necesidad impulsada por el ego parándonos en medio de una discusión para preguntarnos: “¿Qué quiero? ¿Ser feliz o tener razón?”. Cuando elegimos el modo feliz, cariñoso y espiritual, se fortalece nuestra conexión con la intención. En última instancia, estos momentos expanden nuestra nueva conexión con la fuerza de la intención. La Fuente universal empezará a colaborar con nosotros en la creación de la vida que la intención quiere que llevemos.

4. Liberarnos de la necesidad de ser superior.
La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que éramos antes. Centrémonos en nuestro crecimiento, con constante conciencia de que no hay nadie mejor que nadie en este planeta. Todos emanamos de la misma fuerza vital. Todos tenemos la misión de cumplir la esencia para la que estamos destinados, y tenemos cuanto necesitamos para cumplir ese destino. Nada de esto es posible cuando nos consideramos superior a los demás. Olvidémonos de la necesidad de sentirnos superiores al ver a Dios revelándose en todos. No valoremos a los demás basándonos en nuestro aspecto, nuestros logros, posesiones y otros condicionamientos impuestos por el ego. Cuando proyectamos sentimientos de superioridad, eso es lo que nos devuelven y nos lleva al resentimiento y en última instancia a sentimientos de hostilidad. Estos sentimientos se convierten en el vehículo que nos aleja de la intención. El sentirnos especiales siempre establece comparaciones.

5. Liberemos de la necesidad de tener más.
El mantra del ego es más. Por mucho que logremos o adquiramos, nuestro ego insistirá en que no es suficiente. Nos veremos luchando continuamente y eliminando la posibilidad de alcanzar la meta, pero en realidad ya la hemos alcanzado, y es asunto nuestro decidir cómo utilizar el momento presente de nuestra vida. Irónicamente, cuando dejamos de necesitar más, parece como sí nos llegara más de lo que deseamos. Como estamos desapegados de esa necesidad, nos resulta más fácil transmitírselo a los demás, porque nos damos cuenta de lo poco que necesitamos para sentirnos satisfechos y en paz. La Fuente Universal está satisfecha de sí misma, en continua expansión y creando nueva vida, sin intentar jamás aferrarse a sus creaciones por sus recursos egoístas. Crea y se desliga. Cuando nos desligamos de la necesidad del ego de tener más, nos unificamos con la fuente. Creamos, atraemos lo que deseamos hacia nosotros y nos desligamos, sin exigir que se nos presente nada más. Si valoramos todo lo que surge, aprenderemos la gran lección que nos dio san Francisca de Asís: “... es dar cuando recibimos”. Al permitir que la abundancia fluya hasta nosotros y a través de nosotros, establecemos correspondencia con la Fuente y aseguramos que esa energía siga fluyendo.

6. Liberémonos de la necesidad de identificarnos con tus logros.
Puede resultar un concepto difícil si pensamos que nosotros y nuestros logros somos lo mismo. Dios escribe toda la música, Dios canta todas las canciones, Dios construye todos los edificios. Dios es la fuente de todos nuestros logros. Todo emana de la Fuente. No somos este cuerpo y sus logros. Fijémonos en todo y agradezcamos las capacidades que nos han sido concedidas, la motivación para lograr cosas y las cosas que hemos acumulado, pero atribuyamole todo el mérito a la fuerza de la intención que nos dio la existencia y de la que formamos parte materializada. Cuanto menos necesitemos atribuirnos el mérito de nuestros logros más conectados estaremos con las caras de la intención, más libres seremos de conseguir cosas, que nos surgirán con más frecuencia. Cuando nos apegamos a esos logros y creemos que lo estamos consiguiendo nosotros solos, es cuando abandonamos la paz y la gratitud de nuestra Fuente.

7. Liberémonos de nuestra fama.
La fama que tenemos no está localizada en nosotros, sino en la mente de los demás y por consiguiente, no ejercemos ningún control sobre ella. Si hablamos con treinta personas, tendremos treinta famas distintas. Conectarnos a la intención significa escuchar los dictados de nuestro corazón y actuar basándonos en lo que nuestra voz interior nos dice que es nuestra meta aquí. Si nos preocupas demasiado por cómo nos van a percibir los demás, nos habremos desconectado de la intención y permitido que nos guíen las opiniones de los demás. Así funciona el ego. Es una ilusión que se alza entre nosotros y la Fuerza de la intención. No hay nada que no podamos hacer, a menos que nos desconectemos de la fuerza y nos convenzamos de que nuestra meta consiste en demostrarles a los demás nuestra superioridad y autoridad y dediquemos nuestra energía a intentar ganar una fama extraordinaria entre el ego de los demás. Sigamos haciendo lo que hacemos según la orientación de nuestra voz interior, siempre conectada con nuestra Fuente y agradecida a ella. Mantengamos nuestro propósito, desliguémonos de los resultados y aceptemos la responsabilidad de lo que reside en el interior y nuestro carácter. Dejemos que otros discutan sobre nuestra fama, o si preferimos aplicar el lema “realmente, lo que piensen de mí no es asunto mío”.


Aquel cuya felicidad es interior, cuya satisfacción es interior,
cuya luz es toda interior, ese yogui, que es uno con el Absoluto,
alcanza la libertad eterna en la conciencia divina.
Bhagavad-Gita